La Argamasa

TRABAJO DE TALLER

(TIEL) Módulo XI Historias de familia

Consigna uno

-Elegir a alguna persona conocida (no necesariamente familiar) que les resulte interesante o que tenga características destacables.

-Detenerse a pensar en ella y escribir, en columna, una lista de atributos de esa persona. Incluya atributos físicos.

-Al lado de cada atributo escribir una o varias oraciones en las que ese atributo se exprese mediante una acción. Tener en cuenta que incluso los atributos físicos pueden expresarse a través de acciones. (Ejemplo: gordo: le cuesta encontrar ropa a su medida y ha desarrollado un poder especial para detectar los carteles o publicidades que anunciaban talles grandes).

-Usar lo que escribieron para armar un retrato de la persona elegida en la que sus atributos están expresados a través de acciones. (Extensión máxima: 1 carilla.)

               Petiso: Cuando se sienta en el estrado de los jueces se hace llevar, previamente, un pequeño almohadón que le permite elevarse algunos centímetros y estar más o menos a la altura de sus colegas.

               Viejo: Siempre se jacta de haber transitado por la implementación de varios códigos procesales. Ya alcanzó con creces la edad para jubilarse. Tiene casi setenta años, pero se resiste a la jubilación.

               Impaciente: Durante los juicios orales muchas veces pierde la paciencia y les pide a los fiscales y a los defensores que se apuren o que concreten el pedido que deben formular, sin respetar las formalidades propias de un juicio.

               Vanidoso con su ropa: En varias audiencias se lo ha escuchado llamarle la atención a los litigantes por el modo en que estaban vestidos, especialmente, por la informalidad y la ausencia de corbata. Por su parte, intenta estar siempre pulcro e impoluto con su traje y sus camisas hechas a medida.

Relato

Estaba todo listo para dar comienzo a la audiencia del juicio. Era un día importante, se analizaría la responsabilidad de un grupo de narcotraficantes de la zona oeste. Los tres jueces, con su presidente, el Doctor N. presidiendo, ya estaban sentados en su sitio. Llamaba la atención cómo el presidente intentaba incorporarse para observar mejor si por fin llegaban los rezagados letrados. Si hay algo que no les gusta a los jueces es esperar; distinto es si los tienen que esperar a ellos.

Finalmente arribó el abogado que faltaba: muy joven, gordo, resoplando y con una camisa que pretendía ser blanca o que un día lo había sido, toda transpirada. La corbata flotaba libre en el pecho del letrado y el traje se notaba raído y descolorido a lo lejos.

El presidente del Tribunal le clavó una gélida mirada y le lanzó con tono profesoral una diatriba sobre el respeto a la magistratura y de cómo veinte años atrás lo hubiera sancionado por su tardanza.

Pero no había terminado. Finalmente, le dijo que su atuendo era imperdonable. Que esa camisa debía tener por lo menos diez años de uso intenso. Todo delante de su cliente, que veía estupefacto cómo su situación iba empeorando a medida que el tono del presidente del Tribunal se iba incrementando.

La audiencia arrancó a pesar de todo. El fiscal realizaba su alegato de acusación dubitativo, con poco énfasis, demostrando que había sido nombrado recientemente. Las caras y muecas de mal humor del presidente del Tribunal eran ostensibles. Cada tanto meneaba la cabeza y hablaba al oído de sus colegas. Luego alegaron varios abogados defensores que hicieron correctamente su trabajo. Cuando llegó el turno del abogado defensor que había sido retado todo fue peor. Primero, a los dos minutos de arrancar su alegato defensivo, el presidente del Tribunal lo conminó a que se apure en terminar. Por supuesto que eso hizo poner más nervioso al letrado que parecía querer irse de la sala de debates.

El suplicio para los abogados litigantes terminó. Antes de dar su veredicto, el presidente del Tribunal habló de lo poco profesional que había sido la audiencia, que lo podía entender porque se trataba de abogados jóvenes e inexpertos, pero que la próxima vez no sería tan condescendiente con ellos.

Consigna dos Escribir el monólogo interior de un niño o niña en alguna de las siguientes situaciones. Intentar incorporar en él otras voces o discursos (extensión máxima: 1 carilla):

               Un niño/a está por dormirse. Hace dos días que el papá no está en la casa. Su madre le ha dicho que está de viaje, pero en realidad, se fue después de una pelea en lo que parece ser el comienzo de una separación.

Relato

Estoy cansado, pero no me quiero dormir, quiero esperar a que llegue papi. Voy a aguantar despierto hasta que llegue, así lo veo. Seguro que en un rato escucho el ruido de la puerta y entra con su vozarrón. Tiene que llegar, porque ya trabajó mucho. Son muchos días que está trabajando y que no puede volver a casa. Pobre, tiene mucho trabajo que hacer. Cada vez que le pregunto a mami, me dice que papi está trabajando y que no puede volver todavía, pero yo no sé, para mí que hay algo raro, porque nunca se quedó tanto tiempo en el trabajo. Y siempre trabajaba de día, nunca se quedaba a dormir en el trabajo (…)                 

Mami me dijo que apague la luz, pero yo no quiero, porque quiero verlo a papi cuando llegue. Además, me da mucho miedo la oscuridad desde que me quedé a dormir en la casa de la abuela Rosi y escuché ruidos raros, había un perro que ladraba y ladraba. La abuela dice que papi “es un atorrante” y “que anda por ahí de joda”. No entiendo bien, pero no me gusta cómo lo dice, pone mala cara cuando lo dice y yo lo quiero mucho a mi papá. Me gusta más quedarme en lo de la abuela Lita, porque me da helado de postre y porque no me habla mal de papi como la otra abuela. Sí me dice que mi mamá es la que está mal, que la abuela Rosi nunca lo quiso a papi.

Mami también lo debe estar esperando. Lo extraña, no está bien, la veo triste, a veces se encierra en el baño y la escucho llorar. Seguro que lo extraña a papi también. Por la noche también llora. Puede tener miedo a la oscuridad como yo. Cuando papi se enoja conmigo dice que soy igual a mami, pero yo creo que soy parecido a los dos.

Consigna tres Elegir una de las dos consignas para desarrollar: alfa o beta (extensión máxima: 1 carilla).

Tres alfa. Buscar fotos familiares viejas u hojear sus álbumes de infancia. Dejar pasear la mirada sobre ellas, lentamente, dejando que aparezcan recuerdos, situaciones, anécdotas. En un papel, anotar imágenes o palabras clave que ayuden a recuperar los hechos recordados. Elegir una o varias fotos relacionadas y escribir el recuerdo tratando de ficcionalizarlo (siga los consejos del recuadro anterior para evitar hacer un texto confesional).

Conviene decidir si en el texto producido se va a hablar de las fotos de las que partieron, de las huellas de la actividad misma de recordar, o, por el contrario, va a borrarse el origen de ese recuerdo (en ese caso, las fotos habrán sido utilizadas, simplemente, como fuente externa del recuerdo mismo y como una ayuda para construir detalles del lugar, la época, los personajes, y darle corporeidad a la representación.

Relato

El reverso de la foto no deja lugar a dudas: “Eduardo, Alejo y Nicanor en Miramar, 18/2/1980”. La imagen muestra al padre, Eduardo, y a sus dos hijos, de seis y dos años respectivamente, mirando a la cámara. Están sentados en uno de los bares que había sobre la playa, con sillas y mesas de madera de color blanco, típico de la década de los ochenta del siglo pasado. De fondo, a lo lejos, se ve gente metida en el mar, algunos jugando a la pelota paleta y otros tomando sol. Una postal habitual de los veranos en la costa atlántica.

Una coca cola chica de vidrio para los dos niños es el único producto que se ve en la mesa. Uno de los niños, Nicanor, tiene los brazos cruzados y mira a la cámara con cara de rencor. El otro, Alejo, el más grande, muestra una sonrisa pícara y agarra con una mano su vaso con coca cola, como si alguien estuviera por arrebatárselo. Ambos ofrecen a la cámara ese peinado tan característico de la época, estilo “Carlitos Balá”.

El padre, joven, treintañero, tiene los brazos encima de los hombros de los dos niños en una postura que pretende ser salomónica. Tiene una media sonrisa que dedica a quien toma la fotografía. En el caso, su esposa.  

El instante retratado solo permite vislumbrar algún destello de lo ocurrido momentos antes. Una pelea entre los dos niños por el reparto de la coca cola, por la cantidad que se le servía a cada uno. El padre, con un gesto calculado, estudiado, sirvió primero a uno y después a otro con la mayor precisión que pudo. Pero lógicamente los niños no quedaron conformes. Cada uno reclamaba para sí mayor cantidad de coca cola, con el convencimiento de que su hermano había sido intencionadamente favorecido por el padre.

Consigna cuatro Utilizando construcciones nominales que al modo de fotos o momentos detenidos de una escena den cuenta de una historia, relatar cualquiera de estas dos situaciones, cuatro alfa o cuatro beta. (extensión máxima: 1 ½ carillas)

Cuatro beta. Una noche de Navidad, con la llegada de alguien disfrazado de Papá Noel para repartir los regalos, desde la mirada de un niño o niña pequeños.

Relato

Tengo mucho calor y los mosquitos no me dejan en paz.La tía Nelly ya prendió varios espirales para echar a los mosquitos, pero van y vuelven. A mí me gusta lalucecita naranja de los espirales. Mi mamá me puso la ropa nueva: camisa, jean y unas zapatillas que me compró ayer para que “estés muy lindo para Nochebuena”. Eso sí, me dijo que no podía jugar al fútbol ni tirarme al piso.

El jardín de la casa de los tíos está muy bueno para jugar a la escondida porque hay árboles viejos donde uno se puede esconder. Dijimos que también valía esconderse adentro de la casa. Le pregunté a mamá si podía jugar y me dijo que sí, pero que no me ensuciara la ropa nueva. Por suerte le tocó contar a mi primo Javi, porque es mucho más divertido esconderse que contar. Yo me escondí en un armario, cerca de la puerta de la cocina que da al jardín.

Desde ahí escuché a la tía Nelly que le decía al tío Jorge que se apure, que aproveche que los chicos estaban jugando a la escondida. Me quedé un rato hasta que se fueron y salí mirando para todos lados. Javi no se dio cuenta que estaba yendo, así que piqué sin problemas.

Nos sentamos a comer. A los chicos nos pusieron en la mesa del costado. En la mesa grande se sentaron los padres y abuelos que no paraban de hablar de cosas de ellos.

Después del postre y cuando todos brindaban porque ya eran las doce, se escuchó un ruido que venía de la casa. Me asusté. De repente apareció Papá Noel con una bolsa roja bastante grande. Miraba para todos lados y preguntaba dónde estaban los niños de la casa. Me dio mucho miedo y me escondí debajo de la mesa. Mis dos primos Santi y Pili hicieron lo mismo. Como algunos llorábamos debajo de la mesa, dejó la bolsa y se fue, pero yo no quería salir. Me quería quedar debajo de la mesa. No quiero ir nunca más a pasar la Navidad a la casa de los tíos.

Copyright©Alejandro

2024, mayo

Nota: las correcciones definitivas estuvieron a cargo del autor.

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