«David Viñas fue mi maestro y me considero, con orgullo, una de sus discípulas más antiguas. En sus clases y en sus escritos, que devoré y copié, pude ver funcionar lo que después llamé una máquina de lectura, un aparato verbal y conceptual, una red de palabras que se relacionan de modos diferentes y trazan historias. La máquina de leer de Viñas era una articulación perfecta entre cierta literatura nacional, cierto corpus, cierta política y cierta lengua. Con esa máquina podía explicarlo todo y el mundo se hacía visible. Las clases y los escritos de David decidieron mi camino crítico y, por lo tanto, mi vida».
Josefina Ludmer